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EL MUNDO PERDIDO

Cuando  empezaron  a  encontrarse  vestigios  de  un  mundo  perdido  en  el  fondo  del mar del norte, nadie podía creerlo. Aparecieron por primera vez hace un siglo y medio, cuando la pesca de arrastre se extendió por toda la costa neerlandesa. Los pescadores barrían el lecho marino con sus redes y las subían llenas de lenguados, platijas y otros peces que viven en el fondo del mar. Pero a veces caía también sobre la cubierta algún colmillo enorme, o los restos de un uro, de un rinoceronte lanudo o de alguna otra bestia extinguida.  Estas  pistas  de  que  las  cosas  no  siempre  habían  sido  como  eran  ahora inquietaban a los pescadores, quienes devolvían al mar todo aquello para lo que no tenían explicación.
Generaciones después, Dick Mol, un hábil aficionado a la paleontología, convenció a los pescadores para que le facilitasen esos huesos y tomasen nota de las coordenadas exactas  del  lugar  donde  los  habían encontrado.  En  1985  un  capitán  le  entregó  una mandíbula humana completa, perfectamente conservada, con los molares desgastados.
Mol y su amigo Jan Glimmerveen, otro paleontólogo aficionado, hicieron datar el hueso mediante radiocarbono. Resultó que tenía 9500 años de antigüedad, lo cual quiere decir que el individuo a quien perteneció aquella mandíbula vivió durante el mesolítico, período
que  en  el  norte  de  Europa  comenzó  al  final  de  la  última  glaciación,  hace  unos  12  000 años,  y  se  prolongó  hasta  la  llegada  de  la  agricultura,  unos  6000  años  más  tarde.
«Creemos  que  proviene  de  un  enterramiento  que  ha  permanecido  intacto  desde  que aquel mundo desapareció bajo las olas, hace unos 8000 años», dice Glimmerveen.
La historia de esta tierra desaparecida empieza con la retirada de los hielos. Hace unos 18  000 años, el nivel del mar en el norte de Europa era unos 122 metros más bajo que el actual. Gran Bretaña no era una isla, sino la deshabitada esquina noroccidental de
Europa, y entre ella y el resto del continente se extendía una tundra helada. A medida que el  planeta  se calentaba  y  el  hielo  retrocedía,  los  ciervos,  uros  y  jabalíes  empezaron  a dirigirse  hacia  el  norte  y hacia  el  oeste,  seguidos  de  los  hombres  que  los  cazaban. Procedentes  de  las  regiones  montañosas de  lo  que  hoy  es  la  Europa  continental,  los
cazadores  se  encontraron  ante  una  vasta  llanura  de  escasa  altitud.  Los  arqueólogos denominan  ese terreno  desaparecido  Doggerland,  por  el  banco  de  arena  del  mar  del Norte conocido como Dogger.

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