Lee el siguiente cuento:
Cuenta la leyenda azteca, que el dios Quetzalcóatl dejó su aspecto de serpiente emplumada para transformarse en un hombre común y así poder explorar la Tierra.
El dios se encontraba tan maravillado con los hermosos paisajes que siguió caminando hasta que el cielo se oscureció y se llenó de estrellas. Cansado y hambriento, se detuvo al lado del camino.
Un conejo pasó por su lado y le preguntó:
—¿Estás bien?
—No, me siento muy cansado y hambriento —respondió el dios.
Sin saber que estaba hablando con una deidad, el conejo rápidamente se ofreció a compartir su comida con Quetzalcóatl.
—Gracias, pero no como plantas — le dijo el dios al conejo.
El pequeño animal sintió mucha pena por el viajero:
—No tengo nada más que ofrecerte, soy una criatura insignificante y tú necesitas recuperar tus fuerzas, por favor cómeme y reanuda tu viaje.
El dios conmovido por el noble gesto de la pequeña criatura, regresó a su forma de serpiente emplumada y sostuvo al conejo tan alto que su reflejo quedó plasmado para siempre en la luna.
Luego, regresó al conejo a la Tierra y dijo:
—No eres una insignificante criatura, tu retrato pintado en la luz de la luna contará a todos los hombres la historia de tu bondad.
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