Lee el siguiente texto:
LA PATASOLA
El ser más terrible y sanguinario que perturbó jamás las mentes campesinas fue la Patasola; imperaba este mito en las montañas vírgenes, donde no se oía el canto del gallo ni el ladrido del perro, ni mucho menos donde existiera ganado vacuno; donde vivían todavía el tigre y la danta y otros animales semejantes, pues este personaje es casi considerado como una fiera o monstruo que tiene el poder de matamorfosearse a su antojo. Así algunos dicen haberla visto como una mujer hermosísima que da grandes saltos para poder avanzar con la única pata que tiene: otros la describen como una perra grande y negra, collareja, y de inmensas orejas; y otros como una vaca negra grande y tope. La leyenda reza que la Patasola fue una mujer muy bella, codiciada por todos, pero perversa y cruel que se dio a la disipación. Andaba y andaba haciendo males con su hermosura. Para acabar con su dañino libertinaje, y en horrendo castigo, le amputaron una pierna con un hacha. La mujer murió a consecuencia de ello y desde entonces vaga por entre el corazón de las montañas gritando lastimeramente en busca de consuelo y engañando siempre con sus lamentos al que la escucha quien cree, al oír las voces angustiosas, que es una persona perdida en la espesura e ingenuamente contesta sus gritos, con los cuales la atrae y ésta termina por devorarlo ferozmente. Huye y se enfurece ante todo lo que se relacione con el hombre cristiano; le fastidian los grandes aserríos en las montañas, los tambos, las trochas, las cacerías, las labranzas y las siembras, en especial de maíz, cerca de sus dominios; las excursiones con bueyes, caballos u otros animales amigos del hombre y todo aquello que trate de invadir sus lóbregos y abruptos territorios. Persigue a los hombres que maldicen en las montañas, a los cazadores que tienen la osadía de adentrarse en la espesura; a los aserradores, que por lo general, pasan la noche en la montaña en toscos ranchos construidos junto al aserradero; a los mineros, a los que abren trochas y buscan maderas, y en fin, a todos los que por un motivo y otro violan las misteriosas soledades de la montaña. Para protegerse uno de los ataques de la Patasola hay una oración especial, la cual todo campesino que tenga que atravesar la montaña o qué ejecutar alguna faena en ella, debe aprenderse al dedillo, y esa oración es la siguiente:
Yo, como sí, pero como ya se ve, suponiendo que así fue, lo mismo que antes así, 153 si alguna persona a mi echare el mismo compás, eso fue, de aquello pende, supongo que ya me entiende, no tengo que decir más. Patasola, no hagas mal que en el monte está tu bien. Pero da la circunstancia de que al presentarse de improviso la fatídica aparición, sea por miedo o por alguna especie de hechizo, se olvida por completo y la víctima se queda perpleja sin articular palabra. En ese caso es aconsejable hacer un gran esfuerzo y con voz al grito pedir: — ¡El hacha!. .., Has tres tusas. .. y la candela!
Recordándole así, los tres objetos que sirvieron para la amputación y desaparición de su pierna. Sus características de ataque son las siguientes: en lo más lejano y espeso de la montaña se oye un grito lastimero; si el que lo oye le contesta se oye uno más cercano e igual de triste; una segunda contestación y el grito se oye ya muy cerca; a la tercera contestación la fiera se le aparece en cualquiera de sus formas, se lanza sobre la víctima y le devora. Cuando ésta logra ponerse a salvo de su ataque, ya porque va favorecido por algún talismán, o sea, porque va rodeado de animales domésticos, se enfurece, origina de improviso terribles ventarrones, hace bramar la montaña y temblar la tierra, desencadena tormentas de rayos y agua y destruye por completo los alrededores. La Patasola asimismo acaba con los sembrados aledaños a la montaña, puestos de aserríos, tambos y animales de corral que se críen en sus alrededores. Muchos se salvaron milagrosamente en el último instante, metiéndose entre el ganado, bueyes o perros, con lo que la Patasola en medio de una confusión de los elementos, grita desilusionada: — Anda y agradece que te encuentras en medio de esos animales benditos. La tormenta pasaba y la aterrada víctima se libraba milagrosamente de la muerte.
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